
Yenia Pupo, coordinadora del Programa Académico del CCRD-Cuba, insistió en la necesidad de alianzas y creación de redes de apoyo para prevenir y mitigar la violencia
Una pausa en el trabajo cotidiano para reflexionar sobre las vivencias personales en la atención a personas víctimas de violencia, se tuvo en el Centro Cristiano de Reflexión y Diálogo-Cuba. Acudieron colaboradores del sector de la Salud con los que se mantienen alianzas de trabajo, y especialistas de los diferentes programas y departamentos de la institución.
La máxima terapéutica de tener un compañero(a) con quien poder compartir experiencias de la práctica ejercida, hacer que estas se conviertan en procesos generadores de crecimiento personal y profesional y, a la vez, facilitar la adquisición de estrategias de trabajo y habilidades para el desempeño, motivó este intercambio.
Varios aspectos destacaron en el sentir colectivo: sentimiento de impotencia en muchos de los casos que atienden; violencia sutil de parte de la persona que asiste a la consulta, quien reclama, por ejemplo, ser atendido con premura, sin considerar el tiempo de recuperación que necesita el profesional, sujeto de derecho también; incidencia de la violencia técnica, visible en esa mujer que llega agotada a casa, después de una jornada laboral, y que asume los quehaceres domésticos, sin asomo de esperanza en cuanto a la participación del esposo e hijos varones; las leyes que regulan la violencia y las instancias a las que acudir en busca de ayuda.
Manifiesta fue la preocupación por la violencia en aumento que se experimenta, en especial la ejercida contra la mujer. Cierto es que no se tienen registros para cuantificarla, pero la percepción, en comparación a otros años y etapas, indica un crecimiento de esta, particularmente después de la pandemia Covid-19 y el período de aislamiento vivido.
Valia Solis, coordinadora del Programa de Atención Psico-Comunitaria, apuntó: “Es evidente que la violencia nos daña, por lo que debemos trabajar en protocolos o manuales de actuación para cuidar y cuidarnos de estas situaciones. El autocuidado consciente es imprescindible, por ejemplo, para el psicoterapeuta. Es necesario identificar que se tienen pensamientos negativos o se han activado estados anímicos maladaptativos, aceptar el hecho de que hay sobrecarga emocional o cansancio, y a continuación decidir darse el tiempo y espacio para remediarlos”.
Ante esta realidad, lo idóneo es continuar con la promoción de una cultura de paz, por todos los canales y de todas las maneras posibles, e insistir en el aprendizaje de habilidades para la transformación de los conflictos. A veces la solución, para evitar la sobrexposición y el consecuente estrés, está en algo tan sencillo como modificar la estructura organizativa con respecto a la atención de un público; de modo que se definan y mantengan horarios razonables. Y lo ideal es que cada cual, desde su profesión o espacio de actuación, contribuya a crear una mejor sociedad.