
Magaly Díaz Avila es una de las tantas mujeres beneficiadas por el programa de acompañamiento a los emprendedores y emprendedoras. Su nombre resuena en esta jornada que ahora celebramos por los “10 años emprendiendo sueños”, que marcan el período de trabajo mantenido por nuestro Centro Cristiano de Reflexión y Diálogo-Cuba con el sector no estatal.
Acudió al CCRD-C hace más de cinco años para recibir ayuda psicológica tras la pérdida de un ser querido y se sumó a los cursos para mujeres en estado de vulnerabilidad, en los que recibió capacitación sobre el manejo de un negocio privado.
Tal vez fue ese el momento –recuerda– en que asumió la responsabilidad de crear un cambio; de salir del rol tradicional que la sociedad le había asignado para explorar caminos innovadores, tanto en su forma de actuar como en sus proyectos laborales. Se podría afirmar, sin margen para dudas, que en esa misma etapa se descubrió como líder, o simplemente como alguien que tenía mucho para expresar y entregar, no por patrones de liderazgo tradicionalmente masculinos, sino con una forma propia, que inspira y motiva a quienes la rodean.
Durante el período de aislamiento en que nos confinó la pandemia, Magaly echó a un lado la mesa de manicure que le facilitara el Centro, para dedicarse por completo al estudio de la producción artesanal de vino. “Me falta mucho por aprender de este arte que hoy me resulta una alternativa socio productiva, pero al que he llegado a amar”, dijo en la celebración del XXXI aniversario de nuestra institución, al tiempo que invitaba a degustar y disfrutar de una bebida con propiedades saludables y, confieso, deliciosa.
En su empuje indetenible, esta mujer empoderada, luchadora, influye en su entorno. Como colaboradora nuestra, compartió recientemente con la comunidad sorda e hipoacúsica en el taller sobre conservación de alimentos. Habló sobre sus experiencias y saberes, sobre su “propio camino”, para contagiar su empoderamiento.