Terminada la visita del presidente de los Estados Unidos de América a Cuba, debemos tener cuidado de que nuestros pasados, la prensa sensacionalista, nuestros recuerdos y emociones no nos hagan perder la más que necesaria cordura.

Más de cincuenta años nos separan del inicio de las contradicciones y rupturas entre ambos países; así como también de los cambios que acontecieron aquí para el sufrimiento de unos(as) y la esperanza de otros(as): las muertes, las pérdidas, las separaciones, y el trabajo estable, la salud pública, la educación, las viviendas…También las guerras directas e indirectas en América Latina y África, la caída del campo socialista, las acusaciones en múltiples foros, la presión del más fuerte y la espina clavada en ambos lados.

La realidad muestra una continua crisis, que se expresa en sus tamaños relativos, pero no en sus contenidos políticos, económicos, sociales, culturales y existenciales.

La piel blanca del presidente cubano y la piel negra del presidente norteamericano son un imbatible testimonio de la esencial igualdad humana. El tiempo transcurrido, las palabras insultantes y las acciones dañinas, ofensivas y defensivas entre ambos países no han dado el resultado deseado.

Esto recuerda la infructuosa pesca de los discípulos de Jesús durante una noche entera, el agotamiento en que cayeron y lo decepcionante de los resultados y la recomendación que les dio Jesús: «Echen la red a la derecha de la barca, y pescarán. Así lo hicieron y después no podían sacar la red por los muchos pescados que tenía»(Jn.21:6).

Algunas veces estamos tan empecinados(as) y agotados(as) con nuestros rencores y fracasos que seguimos insistiendo porque no queremos reconocer que debemos tener otra iniciativa, tomar otro rumbo. Eso ha ocurrido por muchos años entre Cuba y los Estados Unidos. Lo que no es casual es que la Iglesia -en esta caso la Iglesia Católica- haya puesto su esfuerzo en que se efectúen los diálogos necesarios para que comience y se desarrolle un difícil y largo proceso reconciliatorio, que nos ha llevado al momento actual, con el concurso de los buenos propósitos de muchos y muchas.

La pregunta que Jesús hizo a los disdpulos al amanecer de un día: «Muchachos, ¿no han pescado nada?» (Jn. 21:5) fue respondida con un «no» de frustración y desesperanza; y la recomendación por parte del Maestro fue:»Echen la red […] y pescarán» (Jn.21:6).

¿Aceptaremos nosotros la petición de Jesús, pero con respecto a las relaciones de Cuba y los Estados Unidos? Los presidentes Raúl y Obama han decidido probar. ¿Acaso las señales que tenemos no alientan nuestra esperanza? Roguemos al Señor y, aunque estemos agotados(as)y resentidos(as) por múltiples razones, oremos y actuemos para obtener una pesca abundante que nos ayude como nación, como familias y como personas.

Esta ha sido una señal al inicio de la Semana Santa.

RAIMUNDO GARCÍA FRANCO

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